7 de junio del 2012
Guadalupe Lizárraga
Artículo de opinión
Un nuevo escándalo de
corrupción ha publicado la prensa internacional sobre Enrique Peña
Nieto, candidato presidencial del PRI. Ahora el diario inglés The
Guardian da a conocer los archivos digitales sobre la venta de espacios
publicitarios y programas realizados en Televisa para desmantelar la
imagen pública de Andrés Manuel López Obrador, desde la pasada elección
del 2006.
Un estrategia diseñada para menguar la
posibilidad de que AMLO llegara al poder en la contienda contra Felipe
Calderón, y la cual consistía en tres hojas Excel bajo el nombre de
Enrique Peña Nieto y con un precio de 36 millones de dólares, a costa
del erario.
El diario también reveló otra factura
más a nombre del ex presidente Vicente Fox por 60 millones de pesos,
fechada el 1 de septiembre de 2005, para pagar entrenamiento mediático a
sus secretarios de estado.
Para los mexicanos simpatizantes de Peña
Nieto, con resistencia a creer en la perversidad criminal de este
candidato, puede tratarse de información al estilo de guerra sucia para
desprestigiarlo. Para sus opositores, puede representar la oportunidad
de llevar puntos a su candidato. Sin embargo, cada acto de corrupción
revelada no es sólo un dinero que se robaron los priistas en complicidad
con los panistas, nada más.
Cada una de estas denuncias, incluyendo
las de violaciones de derechos humanos y represión, significa
políticamente la negación de toda posibilidad de contruir la democracia.
Los 36 millones de dólares no solamente
fue dinero del pueblo. Es la impunidad de la corrupción de Peña Nieto y
sus secuaces. Es la corrupción de las autoridades electorales es la
corrupción de los partidos que han guardado silencio. Es la violación a
los derechos políticos electorales de millones de mexicanos que fueron
fraudearon.
¿Quién investiga la responsabilidad del
IFE, la del Tribunal Electoral, la de la Suprema Corte de Justicia y la
de cada diputado y senador que se quedaron callados ante el fraude del
2006 y que se han quedado callados ante las denuncias sistemáticas de
corrupción y violaciones de derechos humanos cometidos por Peña Nieto?
Son los medios internacionales, las redes sociales, y los asilados
políticos los que dan cuenta del grado de descomposición en que se
encuentra este país.
Desde fuera de México, nos preguntamos
¿qué hace Enrique Peña Nieto en la contienda electoral? Un criminal
confeso, porque que ha aceptado su responsabilidad en los crímenes de
Atenco, en el uso de la fuerza contra el maestro Agustín Estrada, y
contra los habitantes de Texcoco que se resistieron al despojo de sus
tierras. Todos estos casos con evidencias.
Para Peña Nieto, es muy cómodo decir
ante las cámaras bien pagadas de Televisa, que tuvo que usar firmeza
ante los transgresores de la ley. Mientras sus víctimas, sobrevivientes y
muertas, se cuentan en decenas.
Nunca antes, México había tenido una
sociedad con tanta tolerancia a los criminales. Y menos aún, a los
cómplices medios de comunicación alimentados por la clase política con
el dinero de todos nosotros, el pueblo.
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