Enrique Calderón Alzati
Al final del actual sexenio, quien
se proponía a sí mismo como el presidente del empleo, el hombre de las manos
limpias y el que salvaría a México del gran peligro para la nación que
representaba López Obrador, lo que deja es sólo una estela de corrupción, de
tráfico de influencias, de autoritarismo, de pérdida de soberanía, de
estancamiento económico, pobreza y desempleo, pero sobre todo un país ahogado
en la violencia y la inseguridad, con miles de víctimas inocentes de ejecuciones
sumarias, privadas en todos los casos de un juicio, y muchas aceptadas como
daños colaterales. Sí, de todo esto es responsable un hombre llamado Felipe
Calderón, el cual espero pueda ser llevado, en un futuro próximo, ante un
tribunal que le haga dar cuentas de todo lo que hizo y dejó de hacer en estos
seis años. Sin embargo, este hombre no actuó solo, ni llegó a la Presidencia
mediante un acto de la divina providencia; para ello tuvo cómplices, todos
poderosos, todos influyentes y turbios, para los que llevarlo al poder les
garantizaba la impunidad a sus delitos y la posibilidad de seguir medrando e
incrementando sus riquezas o sus influencias. Tuvo otros cómplices menores,
gustosos de participar también, con la idea de obtener fama y buenos pagos por
sus servicios. Todos estos hicieron de todo para llevarlo al poder, recordemos
algunos de ellos:
Vicente Fox es desde luego el
primero, ya que él mismo confesó, en un desplante mayúsculo de cinismo, que
había llevado a Calderón a la Presidencia haiga sido como haiga sido, según lo
comentó luego el segundo. La razón más obvia para ello fue asegurar la
impunidad para Fox, para su consorte, los hijos de ésta y la cauda de
beneficiados de la patente de corso llamada Vamos México. No fue la única: hubo
otras razones, como la lista de negocios supermillonarios planeados y
ejecutados, unos con éxito y otros afortunadamente fracasados; uno de estos,
quizás el más ambicioso, fue el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México, el cual iba a ser desarrollado junto a un pueblo de Texcoco llamado San
Salvador Atenco, para convertirlo en una zona de grandes negocios financieros,
hoteleros, comerciales e inmobiliarios, cuyos principales beneficiarios serían
los miembros del grupo Atlacomulco, liderados por el entonces gobernador del
estado de México. El proyecto fracasó debido a la tozudez y la valentía del
pueblo, que pagó su osadía con violaciones, muertos y encarcelados, para
convertirse en una clara referencia de los pueblos en lucha contra la
explotación de los poderosos. Allí se estableció, en forma nítida, la
asociación entre Fox y el entonces gobernador mexiquense Arturo Montiel, la
cual era necesaria borrar con todas sus anomalías; para ello, era menester
contar con un nuevo presidente débil, de mira corta y acostumbrado a las
componendas, dispuesto a borrar aquella desventura. Quizás esto explica, en
parte, la respuesta visceral y autoritaria del actual candidato del PRI a la
pregunta que en la Ibero le hicieron al respecto los estudiantes, la
cual dio origen a la debacle en la que ha estado sumergido desde entonces.
Elba Esther Gordillo, uno de los
personajes más nefastos de las dos últimas décadas, aliada circunstancial de
Fox y de su esposa, no tuvo empacho para llevar la educación por senderos
confesionales, ni para promocionar y establecer las prácticas más retrógradas y
antidemocráticas entre los trabajadores del sistema educativo, con tal de
acrecentar su poder, el cual le permitió lograr un pacto secreto con Calderón
para llevarlo a la Presidencia a cambio de la obtención de dinero, contratos,
puestos gubernamentales, impunidad y seguridades para seguir actuando en el
escenario nacional por encima de la ley, sin importar los daños que ello
causara, no sólo a la educación, sino en los estados donde se le permitió
intervenir para colocar gobernadores, subsecretarios y directores de grandes
organismos públicos, acrecentando su poder y su capacidad para actuar en contra
de los intereses de México.
Carlos Salinas de Gortari fue otro
de los grandes impulsores de Calderón, no obstante la militancia de éste en un
partido político diferente al suyo y sabiendo desde luego de sus limitaciones y
los riegos que ello implicaba para el país, y el costo que éste terminaría
pagando. Sus ansias de poder insatisfecho y la posibilidad de liberar a su
hermano incómodo, preso casualmente en una cárcel del estado de México, lo
llevaron a convertirse en el cerebro de una conspiración ampliamente
documentada y no refutada por él, la cual fue escrita por Carlos Ahumada, en
una clara confesión de que participó en aquellos hechos, cuyo beneficiario
directo no era otro que Calderón, tal como en ese libro se describe. Al final,
su premio fue la exoneración de su hermano, la devolución de las riquezas
familiares y la posibilidad de seguir conspirando contra el país.
Emilio Azcárraga Jean y Ricardo
Salinas Pliego: dueños absolutos de la televisión mexicana y empresas conexas,
beneficiarios privilegiados de los recientes gobiernos mediante contratos,
concesiones y exenciones fiscales de todo tipo, estuvieron al servicio de
Calderón con el único propósito de imponerlo en la Presidencia de la República
a cualquier costo. ¿Quién no recuerda en 2006 a López Dóriga, a Loret de Mola,
al simpático y refinado señor Brozo o a Javier Alatorre destilando todos veneno
en lugar de cumplir con sus responsabilidades de informar? (tal como han
tratado de hacerlo ahora, sin éxito).
Josefina Vázquez Mota, personaje
menor, que actuó supuestamente como coordinadora de la campaña de Calderón, y a
la que ahora le han asignado un rol de comparsa distractor en la actual campaña
electoral.
La lista podría continuar con
algunos personajes más, pero creo que esta muestra es suficiente para poner en
claro que aquellos que hicieron posible a Calderón acceder al poder en 2006 y,
por tanto, corresponsables de la tragedia en que está sumido el país, y de
manera intensa miles y miles de hogares mexicanos, son los mismos que hoy
pretenden imponer a un nuevo personaje para continuar la destrucción de nuestro
país.
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