miércoles, 11 de agosto de 2010

EN CHIAPAS: REPRIMIDOS Y PREMIADOS

Babel
Javier Hernández Alpízar
Hermann Bellinghausen rechazó el premio nacional de periodismo, porque lo entregaba el gobierno federal, en ese caso el de Ernesto Zedillo, quien, a juicio del propio Bellinghausen, es el presidente más represivo en los años recientes (obviamente, hasta antes de Calderón).

Bellinghausen se merecía el premio, su trabajo como reportero en Chiapas lo avala, pero no podía recibir, por un trabajo periodístico de denuncia sobre la contrainsurgencia militar y paramilitar en Chiapas, con su escalada de violaciones a los derechos humanos, cuya punta de iceberg es Acteal, un premio de manos del propio jefe de las fuerzas armadas que daba las órdenes de represión.

Le preguntaron por qué participó (para que dieran el premio, los premiados debían haber sido postulados) y aclaró que cuando La Jornada le dijo que lo postularía él no quiso, pero lo convencieron con el argumento de que “no se lo iban a dar”. Por lo que se ve, desde entonces La Jornada ha tenido un papel “extraño” en estos casos. Bellinghausen lo rechazó e hizo bien. Un año después, Carmen Aristegui y Javier Alatorre también rechazaron el premio y el gobierno federal se negó a seguirlo dando él, los dejó “en manos de periodistas”.

Recientemente (domingo 8 de agosto) el gobierno contrainsurgente de Juan Sabines Guerrero –de extracción priista, postulado al gobierno por la alianza PRD- PT- Convergencia y con López Obrador haciendo campaña por él– otorgó la medalla “Rosario Castellanos” a la ex impulsora de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, Elena Poniatowska. La ceremonia fue en el Congreso del estado de Chiapas, donde legisla y gobierna un poder que ha difundido mentiras sobre “acuerdos con las Juntas de Buen Gobierno Zapatistas” (en La Jornada, claro), borregos que han sido desmentidos por todas las JBG, llamando “mentiroso” al gobierno que hoy galardona a Poniatowska y al periódico que publica sus gacetillas como si fueran notas de reporteros.

La Jornada misma reseñó cómo la escritora premiada “recibió larga ovación de ciudadanos y políticos”, en un Congreso involucrado totalmente en la contrainsurgencia, que tiene a Chiapas lleno de presos políticos (indígenas, maestros, líderes sociales), militarizado, con grupos paramilitares viejos y “nuevos” (OPDDIC, Ejército de Dios), con masacres como la Chinkultic, y con los pueblos zapatistas asediados por una estrategia de guerra de espectro total, es decir, que van desde lo propiamente militar y paramilitar, hasta lo psicológico, religioso, mediático, la contrainsurgencia intelectual (Aguilar Camín y aliados) y mediática (la “guerra de cuarta generación”).

Poniatowska no tuvo el gesto ético de Bellinghausen de negarse a recibir un premio de un gobierno represor. Alguna vez rechazó una del gobierno de Zeferino Torreblanca, la medalla “Sentimientos de la Nación”. Se negó porque con ello el gobernador perredista de Guerrero intentaba evitar que la medalla fuera entregada al luchador social Pablo Sandoval Cruz. Pero en este caso, el premio iba de manos del grupo perredista rival de López Obrador, los seguidores de Jesús Ortega, llamados despectivamente “Chuchos” por sus competidores.

En cambio ahora, recibe la medalla “Rosario Castellanos” de un gobernador de quien no ha renegado en momentos críticos López Obrador. Aunque el paralelo entre Juan Sabines Guerrero y Zeferino Torreblanca es notable. Ambos son parte de grupos que representan a parte de la más rancia, represiva y retrógrada clase política de su respectivo estado. La única diferencia es que Sabines fue candidato de AMLO.

Sin ir más lejos, terminando la marcha por la presentación de los periodistas desaparecidos y justicia para los asesinados “¡Los queremos vivos!”, fue agredido el fotoperiodista Abenamar López, según carta de denuncia de Isaín Mandujano (Proceso), Ángeles Mariscal (La Jornada) y Gabriela Coutiño (estesur.com).

Pero no solamente los periodistas son reprimidos en Chiapas, lo son los indígenas, los maestros, los presos políticos (el profesor tzotzil Alberto Patishtán comparte las tres filiaciones: maestro, indígena y preso político, maltratado, con su salud deteriorada, casi a punto de perder la vista, y le son negadas las visitas, especialmente de grupos de derechos humanos). Las organizaciones que padecen el gobierno de Sabines no dudan en acusarlo de criminalizar la lucha popular.

Rosario Castellanos no fue una luchadora social, pero fue una buena poeta, cuentista, novelista y ensayista, y en su literatura los indígenas aparecen como lo que son: seres humanos.

Ahora, envilecen el nombre de la autora de Meditación en el umbral y Mujeres que saben latin tanto el gobierno represor de indígenas que da una medalla en su nombre como la escritora que recibe el premio sin fijarse bien de dónde viene, o mejor dicho, sabiendo muy bien de qué manos sucias viene, pero sin importarle.

Entre los presos políticos más recientes, uno solo de los cuales bastaría para negarse a tratos con el gobierno de Juan Sabines están los profesores: Caralampio Gómez Hernández, Alberto Mirón Vázquez, Carlos Misael Palma López y Pedro Gómez Bamaca.

Recientemente ha causado polémica una foto del sexenio de Carlos Salinas en la cual Salinas aparece rodeado de intelectuales, todos sonrientes y muy bien avenidos: Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska del brazo de Salinas, Rafael Tovar y de Teresa. A algunos de ellos, cierto público los ha tenido por santones de la izquierda. No los va a descanonizar una foto, pero los exhiben sus vínculos políticos, con el ebrardismo, el sabinismo y ese ese amplio espectro político lleno de vasos comunicantes entre el salinismo, el zedillismo y el lópezobradorismo.

Un obituario no “políticamente correcto” sobre Carlos Monsiváis

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