jueves, 24 de junio de 2010

TUXTLA Durante 10 años se han regido por el lema "encierro, destierro o entierro".

TUXTLA Durante 10 años se han regido por el lema "encierro, destierro o entierro".

Impunidad en La Zapata

   Invasión de Cerro Bola y Cañón del Sumidero. En la gráfica se observa a colonos armados con palos. * A. Alegría. CP

Cuarto Poder

"Antes había alambrado de púas para delimitar el Cañón del Sumidero. Los de la Zapata lo tiraron y expandieron su territorio irregular."
Avisaín Alegría * CP. La colonia irregular "Emiliano Zapata" se ha convertido en una entidad de la impunidad. Durante 10 años se han regido por el lema represivo: encierro, destierro o entierro. Muertes, robos, violaciones han quedado impunes. La Policía no puede entrar allí, so pena de ser desarmados, amarrados y vejados. Miles de expulsados y aun los que allí viven, lamentan la dictadura invencible.

En la periferia de la colonia irregular "Emiliano Zapata" se observan áreas verdes. Las continuas lluvias han hecho brotar retoños en varias plantas que parecían ya muertas. Eso sirve de inspiración a uno de los colonos que sale para hablar con este medio. Antes pide estrictamente el anonimato. Teme las represalias de los dirigentes, que no se tientan el alma para desterrar, encerrar o enterrar.


De inicio, explica que el área en que nos encontramos ya fue invadida. "Antes había alambrado de púas para delimitar el Cañón del Sumidero. Los de la Zapata lo tiraron y expandieron su territorio irregular."

La fuente revela que son como tres mil lotes y cinco mil personas los que integran la Colonia Emiliano Zapata. "Los dirigentes son astutos. Tomaron las dos primeras palabras del EZLN. A nosotros también nos temen", dice.

Pero no se ve contento. Ser habitante de la Zapata es un infierno, añade. Y es que hace dos días, el pasado lunes a mediodía, sus coterráneos retuvieron a cuatro policías de Tránsito del Estado, apedrearon una patrulla y robaron un radio Matra. Esa vez, el dirigente Pedro Domínguez López dijo que allí "no entran los policías".

Es cierto, repone mientras se agacha, mueve la cabeza en señal de reprobación y se meza los cabellos. Cierra sus ojos para evocar el inicio de 2010, cuando dos policías municipales fueron desarmados y golpeados, por atreverse a pisar suelo sagrado de la "Emiliano Zapata".

Esa vez, el mayor Rogelio Hernández de la Mata, anunció a este medio que interpondrían su demanda penal contra los culpables del robo del arma, secuestro de los agentes y los que resulten. A la fecha, se ignora si se procedió. Al parecer no fue así.

"La autoridad no es pareja. A otros por manifestarse en la calle, como en la vuelta inglesa de Terán, agarraron a varios, pero a nosotros nos tienen miedo. Tapamos caminos, invadimos predios y nada nos hacen."

A la memoria del colono entrevistado y de este reportero viene el año 2002, cuando las policías Municipal y Estatal desalojaron a los invasores de Los Capulines. A sólo 30 metros estaban los del Mocri (Zapata), a los que ni molestaron. Para saber su reacción, este comunicador llegó ante los que con machete en mano desafiaban a los policías. Asegurando que el reportero era "oreja" del gobierno, lo amarraron.

Pero estos atropellos son ínfimos, repone. Su memoria es un almacén de datos, secretos para la mayoría, pero conocidos por los rebeldes y el mismo gobierno.

Por ejemplo, dice, la muerte de la compañera Martha Gómez Pérez el 11 de noviembre de 2008, no fue como se dice. A la cárcel enviaron a varios inocentes. Culparon a gente de Noé y Francisco Jiménez Pablo (este último aún preso). "En realidad fue Aristeo Gómez Cruz", confiesa en voz muy baja y mirando a todos lados.

Luego, más temeroso aún, pero mirando a los ojos como indicativo de su sinceridad, agrega que el que aportó las armas fue Antonio Rosales Chandoquí, quien las escondía en la tortillería. Otros que estaban armados ese fatídico día fueron Alfonso Cejas Chávez, Ismael (Pedro) Jiménez Pablo (hermano de Noé y Francisco, pero no se llevan). También tenían armas Héctor Fernando Castro Herrera, Marcos Soberano, Alejandro alias "Ticho", ex policía estatal y Ramón (ex militar).

Por fortuna, dice, los inocentes que fueron encarcelados ya fueron liberados, excepto Erick, quien sigue recluido en el Cereso de Copainalá.

"Es increíble. Los de la Zapata no dejamos que la Policía entre aquí, pero nosotros sí la hacemos de policía. Esa vez, gente de Aristeo fue a la oficina de los Mocri en la Potinaspak, allí agarraron a los inocentes, les metieron puños de bala en la bolsa de sus pantalones y los entregaron a la Policía."

La autonomía o desprecio por las autoridades constitucionales en la Colonia Emiliano Zapata, llega al grado de que cuando alguien (que no sea de la directiva) comete una violación, se le impone onerosas multas. Lo amenazan con expulsión.

Sin embargo, los dirigentes hacen y deshacen a su antojo y nadie les dice nada. Por ejemplo, han expulsado a más de 300 personas y han robado más de 500 casas. "Las venden a otros nuevos que llegan y si el cliente no es de su agrado, lo corren sin devolverle el dinero."

Al respecto, dijo que Alfonso Cejas (apodado Mirapachiapas), antes vendía paletas. Ahora tiene una casona de material toda bardada. Ismael (Pedro) disimula su riqueza. En la colonia tiene una chocita, pero en Las Choapas tiene una gran casota.

Al mencionar a Ismael Jiménez Pablo, dijo que varios como él (aunque viven allí, no están de acuerdo con la forma arbitraria de gobernar de sus líderes. Ismael tiene dos mujeres. Las dos son hondureñas. Ilegales. Y sin ser mexicanas ni chiapanecas, nos quieren mandar. No se vale. Hay inconformidad, sobre todo con Paty, dijo.

Al voltear de nuevo al Cañón del Sumidero, en cuya falda se desarrolla la entrevista, indica que ya hubo otra invasión. Esta vez en el predio denominado "Cerro Bola" o "Santa Cruz". Allí se han desatado otros ilícitos. Parece que siembran marihuana. También se asalta a los indocumentados que pasan por allí o se les guía a cambio de una buena suma de dinero.

También allí ya hubo asesinatos impunes. "A un muchacho que vendía cuadros lo mataron. Nadie dijo nada." Lo más grave, agrega, es que tanto en "Cerro Bola" como en la Zapata hay armas escondidas. Muchas de grueso calibre: AK-47, R-15 (cuerno de chivo), entre otras.

La molestia por los policías en activo es total. Temen que den el "pitazo". Pedro, un ex farmacéutico y policía municipal, sin darse cuenta se metió a la cueva del lobo. Compró una casa de material. Lo corrieron a los pocos días.

El consumo y venta de droga en la Zapata es un secreto a voces. "Los mismos que hacen los rondines la distribuyen, con el aval de los dirigentes", acusa.

La preocupación del entrevistado sube de tono cuando evoca la imagen de su esposa. "Es muy bonita, tengo miedo de que le guste a un dirigente", dice casi a punto del llanto.

Su temor no es para menos. Tiene sustento. "Si alguna mujer le gusta a Aristeo, Alfonso o Ismael, se la quedan como un objeto. Cada día pasan lista. Cuatro faltas equivalen a una guardia. Cada guardia equivale a 100 pesos diarios. Al mes a veces se junta todo y hay que pagar tres mil pesos. El que no tiene dinero se lo cobran con su mujer, o lo corren.

Es más, Aristeo es el secretario de Educación. Cobra 250 pesos por inscripción a la escuela cuya clave es prestada, afirma. "Engañan a la gente que la escuela es legal. ¡Nada en la Zapata es legal!"

Cuando se convoca a marchas, el ausente debe pagar 800 pesos y hasta mil.

Traga saliva, mira hacia todos lados y se acerca al oído de este comunicador: "En la colonia han matado a varios, pero han quedado ocultos. Sólo se supo lo de Martha. Incluso en la casa de Aristeo, dicen que hay un muerto enterrado."

El que nada debe nada teme. Los dirigentes de la Zapata, cada vez que hay junta, quitan los celulares a todos, no sea que los graben o delaten.

La inquietud del colono entrevistado es la misma de miles en la ciudad capital que se preguntan: ¿por qué no hace nada el gobierno?, ¿por qué la Policía no puede entrar?, ¿les tienen miedo?, ¿hay algún convenio?, ¿de quién y con quién?

"Si el gobierno nos apoya, nosotros mismos les ayudamos a entregar a los malos dirigentes." ¡Ya basta de impunidad!, finalizó el entrevistado. El eco se pierde entre los altos riscos del Cañón del Sumidero. Ojalá, no se pierda entre los oídos de las autoridades.


 

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